Caminemos - le dijo el hombre a la tristeza una noche de frio invierno…
Caminemos por senderos calmados, en praderas grises de noches gélidas. Inventó él en su cabeza, ayúdame a recordar su perfume, dibujar en mi mente su silueta y perseguir entre fantasías su andar.
La tristeza lo miraba en silencio, como si hubiesen recorrido ese sendero infinitas veces antes de esta noche. Lo miraba cansado, como agobiado por sus propios pasos y su trajinar intermitente.
Recuerdo con pena y sufrimiento – dijo el hombre…
Mejor recuerda con pana y elegancia – intentó una broma la tristeza
Confundido por su nueva naturaleza y sorprendido de que su muda compañera le hablara, se atrevió a refutarle lo vivido.
¿Acaso te burlas de mis desgracias?, ¿de mi pena, que es tuya y tú tristeza, que es mía?
La tristeza cambió ligeramente su camino y engañó al hombre a seguirla, él sin darse cuenta imitó sus pasos.
“Estoy cansado de ser llamado a caminar bajo la misma luna, considerando tu lamento el más importante, mintiéndote tú, mintiéndome a mi“
¿Ahora menosprecias mis desgracias? – le impugnó indignado el caminante
No, las penas de amor son dignas de caminar una vez, tal vez dos veces, son caminos pedregosos que nos enseñan a levantarnos luego de haber caído, son experiencias enriquecedoras que los vuelven hombres más precavidos al recuerdo de una mujer.
¿Pero cómo salir de este círculo vicioso de pensarla sin tenerla, de soñarla despierto para despertar sin ella?
“Amigo mío, le preguntas al sentimiento equivocado una respuesta que debería ser tuya. Quizás el nuevo camino frente a tus ojos te de la respuesta.
Observó perplejo el caminante, delante de él un nuevo compañero escondido en una túnica blanca lo esperaba sentado en una roca, como cansado de esperarlo, a su espalda el frio parecía culminar y una pequeña resolana se reflejada en el horizonte.
El ser misterioso se aproximó con un andar distinto, dejó de lado el enigma y abriendo su capucha deshizo el misterio de su rostro. Envuelto en rizos dorados y ojos azules se percató que su nuevo compañero era una mujer de rasgos perfectos.
¿Quién eres tú? - preguntó fascinado el caminante.
Soy tu nueva guía en lo que queda del camino, es aquí donde termina la tristeza y empieza el olvido.
Pero yo no quiero olvidarla…
No seas terco hombre – le dijo en una mezcla de dulzura y reproche – ahí donde olvidas un amor, nace la esperanza de uno nuevo.
Camina conmigo – le dijo ella extendiéndole una mano
Caminemos – le dijo el hombre al olvido, en el ocaso de una noche de invierno mientras tomaba su mano.