viernes, 29 de febrero de 2008

El Intento

Traté de olvidarte lo juro. Así comenzó la historia que había terminado hace ya más de dos años, una mujer intranquila se movía de un lado al otro en un pequeño salón iluminado tan solo por una tenue luz que se filtraba de entre las persianas.

Con su camisa a medio abotonar, su esbelta cadera y lo hipnotizante de su piel hacia contraste con una mueca de preocupación en su rostro. El muchacho que hasta ahora solo había dicho cinco palabras abandonó la cama de un salto y la acorraló contra la pared. Dime que no me amas, que esto no significó nada para ti y te juro que nunca más volverá a pasar.

La mujer mojó sus ojos en lágrimas pero no dijo una palabra, lo miró, se miraron como cuando observas por última vez a la persona que amas antes de morir. No murió ella pero murió él cuando de un golpe cerró la puerta que los juntaba en ese horizonte físico y emocional que los había llevado a amarse una vez más en esa vida; había abandonado el cuarto dejándolo solo, con el corazón en la mano y con el único recuerdo de su presencia: una lagrima evaporándose en la alfombra de esa nada que para el lo fue todo.

Se dejó caer, escondiendo su cabeza entre las rodillas y apretó con tanta fuerza su puño que pudo sentir un dolor punzante en su palma, abrió su mano y la extendió hacia ese pequeño hilo de luz que se escurría entre las sombras, una gota de sangre se mezcló con las líneas del destino para luego caer cerca de la lagrima extinta de la mujer que amaba, que amó, que iba a seguir amando aunque ella amara a otro hombre.

¿Por qué entonces se dejó amar esa noche si lo había olvidado?, ¿Por qué se dejó besar por otros labios que no fueran los que ella juro amar después de él?, tantos porqués y tan pocas respuestas lo frustraban, lo hundían, lo hacían pensar otra vez en ella aun en su ausencia.

Se levantó de golpe una vez más y se acercó furioso ante el último testigo que la vio alejarse de él, esa maldita puerta. La golpeó con fuerza y gritó te amo; un te amo lo suficientemente sincero para despertar las palabras de una presencia ausente.

Yo también te amo. El silencio prosiguió a aquel descubrimiento, ella se mantenía del otro lado del horizonte, capaz de escuchar sus palabras, de sentir sus emociones, de responder a sus plegarias, pero nada mas, una pequeña puerta de madera se volvió gigante entre los dos.

Una emoción recorrió todo su cuerpo, ella seguía con él, ella lo amaba como él la amaba a ella, olvido la distancia, el pasado, los problemas. Traté de olvidarte lo juro, pero no pude, perdóname por otra vez romper la promesa de no verte mas pero es que toda las noches te tuve conmigo, cuando cerraba los ojos, cuando los abría, se que hoy será muy tarde, que hay otra persona, que él te ama, pero nadie te amara como yo, ni tu podrás amarlo como nos amamos, no me pidas que lo explique porque no lo entiendo. Digo que es amor porque no encuentro otra palabra más fuerte, más viva, más real, vine hoy a despedirme. A decirte que me iba y tu no me dejaste ir, no me pidas ahora que te vuelva a olvidar, porque nunca lo hice, porque no se como hacerlo.

Silencio, su cuerpo se llenaba de ansiedad al no escucharla, se llenaba de miedo al sentir que la perdía, se llenaba de amor de solo pensarla. Uno, dos, tres….los segundos pasaban y el silencio seguía siendo protagonista de sus momentos, no pudo más. Rompió el horizonte abriendo la puerta con una fuerza y velocidad que desconocía y se encontró con ella: la soledad.

Otra vez solo, otra vez tú, la presencia del amor se había alejado para que la soledad lo embrague una vez más. Ella se había ido, una lágrima recorrió su mejilla y se dejó caer lentamente esperando tocar el suelo pero no fue así, chocó contra las últimas palabras de una despedida tan larga y triste como su propia soledad. A sus pies una hoja sucia de papel y un poco de tinta ya no pedían que la ame, pedían perdón. Y él una vez más, la perdonó.

domingo, 3 de febrero de 2008

Estrellas



¿Cuándo fue la última vez que miraste una estrella?

Dante, sentado sobre la hierba y proyectando su mirada hacia el infinito, buscaba una en particular, una sola que lo haga detenerse ante su belleza. Como aquella mujer esa misma noche de verano intenso y palabras fugaces.

Ya era tarde, ella ya no estaba con él pero el seguía con ella, buscaba una luz en el firmamento que le diera respuestas, buscaba a Dios en esa infinita oscuridad pero como la luna, esa noche había decidido no aparecer.

Cerró los ojos por un instante y su mirada se volvió en otra penumbra, en su mente aparecieron dos mujeres, la primera fue aquella de la cual se estaba enamorando, escuchó su risa, se perdió en sus ojos y la acarició en un segundo olvidado para sumergirse en su pasado inconscientemente.

Abrió los ojos para no pensar en ella pero no pudo, su corazón y su memoria jugaron contra la razón, ahora estaba ella, la mujer que había amado; con sus ojos como la misma noche, su sonrisa eterna y sus besos tibios en la piel.

Eran dos mujeres peleando bajo la luz de una misma estrella. Dante encontró su estrella, su fuente de luz, su mundo fuera de esta vida y sus tormentos se volvieron sombras esparcidas en el intento de un poema.

Recostó la cabeza sobre la húmeda hierba de Enero y dejó volar la imaginación, por momentos se veía besando a la mujer del presente pero el pasado volvía a posarse observando sus deseos desde un rincón del corazón, un pequeño espacio que siempre fue y será de ella aunque en su mente viva otro querer. Era irremediable, ahora Besaba los infinitos ojos negros que habitaban en su ayer.

El pasado que mantenía en el corazón era quizás como alguna estrella que había muerto en el firmamento hace miles de años; realmente no estaba ahí pero podía seguir viendo su luz. Eso era ella para él, un vacío que se negaba a desaparecer.

En cambio Dante, tu presente es como la estrella en la que posaste tus ojos esta noche, su luz es verdadera, su fuerza existe, no estas mirando una ilusión y aunque este tan lejos, la sientes cerca. Eso es ella para ti, una nueva luz, un nuevo paso, un intento diferente.

Solo queda una incógnita, ¿Qué estrella has de escoger?