Cuando la luna se oculta, los corazones laten de diferente manera, el oleaje cambia, y los ojos – espejos del alma – oscurecen hasta perder el reflejo que les da vida. Cuando cae la noche y la luna se oculta, es porque siente vergüenza de los hombres y le da la espalda a la humanidad.
Sus Curvas dibujan la perfección en el aire que se vuelve suyo en cada movimiento, respira pausado aunque su corazón siga latiendo con furia, el transpirar de su cuerpo es inodoro, expresa tan solo sensualidad y una gota de sudor tentadora recorre su cuerpo con rapidez y se extingue antes de llegar al suelo, se contornea, se agita, se mueve como una diosa en un rincón escondido del infierno ante mil ojos extraños.
Uno de sus ojos no tiene vida, mientras el otro sigue con detenimiento la figura femenina que baila para él, una mujer se acerca a él con una cerveza fría y la deja en su mesa, le sonríe pero él percibe el desagrado que genera en ella: su rostro golpeado, una cicatriz que recorre la parte derecha de su rostro cortándose camino entre un ojo muerto y la piel chamuscada por un fuego del pasado lo hacen indescriptiblemente horrendo, pero no tiene problemas, él opina lo mismo del mundo.
La mujer sigue bailando a un ritmo incandescente, deja el escenario para acercarse a sus clientes, esquiva casi sin mirar a un horrible hombre con la cara cortada y quemada junto a ella y se aproxima a un hombre de mediana edad que agita violentamente un billete de cien dólares en el aire, ella pega su cuerpo con el suyo y por un segundo baila solo para él, en un momento de rapidez casi juvenil arrastra el billete por todo su cuerpo y deja que ella disponga de el. La apresa fuertemente de un brazo y la obliga a posar el oído junto a su boca: “tres billetes mas te esperan en un salón privado”.
Otra mujer que no se aproxima a la descripción de diosa aparece en el escenario, la multitud aplaude y grita, exclamando deseos que solo pueden ser cumplidos en ese lugar. El hombre de la primera mesa, parpadea un solo ojo, el otro sigue tieso, busca desesperadamente a la diosa de ese infierno y la ve alejarse con un hombre que no merece ser descrito.
Ella baila, se quiebra, lo roza y vuelve a bailar. Él boquiabierto y lleno de deseos despilfarra dinero, tiempo y vida; la toca, besa su cuerpo y la vuelve a desear. Unas cortinas negras separaban ese pedazo de infierno con el resto, confidente de placeres y pecados. Una sombra sigilosa se filtró entre los cuerpos y con el frío acero de la muerte acabó con la historia de un hombre que compraba fantasías con billetes de cien, la diosa pretendió gritar pero el rostro desfigurado de aquel extraño le quitó el aliento, se miraron por un segundo y como si no hubiese sucedido nada él se marchó, abandonó ese infierno para regresar al suyo y se alejó sigiloso como había llegado....
Sus Curvas dibujan la perfección en el aire que se vuelve suyo en cada movimiento, respira pausado aunque su corazón siga latiendo con furia, el transpirar de su cuerpo es inodoro, expresa tan solo sensualidad y una gota de sudor tentadora recorre su cuerpo con rapidez y se extingue antes de llegar al suelo, se contornea, se agita, se mueve como una diosa en un rincón escondido del infierno ante mil ojos extraños.
Uno de sus ojos no tiene vida, mientras el otro sigue con detenimiento la figura femenina que baila para él, una mujer se acerca a él con una cerveza fría y la deja en su mesa, le sonríe pero él percibe el desagrado que genera en ella: su rostro golpeado, una cicatriz que recorre la parte derecha de su rostro cortándose camino entre un ojo muerto y la piel chamuscada por un fuego del pasado lo hacen indescriptiblemente horrendo, pero no tiene problemas, él opina lo mismo del mundo.
La mujer sigue bailando a un ritmo incandescente, deja el escenario para acercarse a sus clientes, esquiva casi sin mirar a un horrible hombre con la cara cortada y quemada junto a ella y se aproxima a un hombre de mediana edad que agita violentamente un billete de cien dólares en el aire, ella pega su cuerpo con el suyo y por un segundo baila solo para él, en un momento de rapidez casi juvenil arrastra el billete por todo su cuerpo y deja que ella disponga de el. La apresa fuertemente de un brazo y la obliga a posar el oído junto a su boca: “tres billetes mas te esperan en un salón privado”.
Otra mujer que no se aproxima a la descripción de diosa aparece en el escenario, la multitud aplaude y grita, exclamando deseos que solo pueden ser cumplidos en ese lugar. El hombre de la primera mesa, parpadea un solo ojo, el otro sigue tieso, busca desesperadamente a la diosa de ese infierno y la ve alejarse con un hombre que no merece ser descrito.
Ella baila, se quiebra, lo roza y vuelve a bailar. Él boquiabierto y lleno de deseos despilfarra dinero, tiempo y vida; la toca, besa su cuerpo y la vuelve a desear. Unas cortinas negras separaban ese pedazo de infierno con el resto, confidente de placeres y pecados. Una sombra sigilosa se filtró entre los cuerpos y con el frío acero de la muerte acabó con la historia de un hombre que compraba fantasías con billetes de cien, la diosa pretendió gritar pero el rostro desfigurado de aquel extraño le quitó el aliento, se miraron por un segundo y como si no hubiese sucedido nada él se marchó, abandonó ese infierno para regresar al suyo y se alejó sigiloso como había llegado....
No hay comentarios:
Publicar un comentario