miércoles, 12 de marzo de 2008

Diosas del Infierno




Cuando la luna se oculta, los corazones laten de diferente manera, el oleaje cambia, y los ojos – espejos del alma – oscurecen hasta perder el reflejo que les da vida. Cuando cae la noche y la luna se oculta, es porque siente vergüenza de los hombres y le da la espalda a la humanidad.

Sus Curvas dibujan la perfección en el aire que se vuelve suyo en cada movimiento, respira pausado aunque su corazón siga latiendo con furia, el transpirar de su cuerpo es inodoro, expresa tan solo sensualidad y una gota de sudor tentadora recorre su cuerpo con rapidez y se extingue antes de llegar al suelo, se contornea, se agita, se mueve como una diosa en un rincón escondido del infierno ante mil ojos extraños.

Uno de sus ojos no tiene vida, mientras el otro sigue con detenimiento la figura femenina que baila para él, una mujer se acerca a él con una cerveza fría y la deja en su mesa, le sonríe pero él percibe el desagrado que genera en ella: su rostro golpeado, una cicatriz que recorre la parte derecha de su rostro cortándose camino entre un ojo muerto y la piel chamuscada por un fuego del pasado lo hacen indescriptiblemente horrendo, pero no tiene problemas, él opina lo mismo del mundo.

La mujer sigue bailando a un ritmo incandescente, deja el escenario para acercarse a sus clientes, esquiva casi sin mirar a un horrible hombre con la cara cortada y quemada junto a ella y se aproxima a un hombre de mediana edad que agita violentamente un billete de cien dólares en el aire, ella pega su cuerpo con el suyo y por un segundo baila solo para él, en un momento de rapidez casi juvenil arrastra el billete por todo su cuerpo y deja que ella disponga de el. La apresa fuertemente de un brazo y la obliga a posar el oído junto a su boca: “tres billetes mas te esperan en un salón privado”.

Otra mujer que no se aproxima a la descripción de diosa aparece en el escenario, la multitud aplaude y grita, exclamando deseos que solo pueden ser cumplidos en ese lugar. El hombre de la primera mesa, parpadea un solo ojo, el otro sigue tieso, busca desesperadamente a la diosa de ese infierno y la ve alejarse con un hombre que no merece ser descrito.

Ella baila, se quiebra, lo roza y vuelve a bailar. Él boquiabierto y lleno de deseos despilfarra dinero, tiempo y vida; la toca, besa su cuerpo y la vuelve a desear. Unas cortinas negras separaban ese pedazo de infierno con el resto, confidente de placeres y pecados. Una sombra sigilosa se filtró entre los cuerpos y con el frío acero de la muerte acabó con la historia de un hombre que compraba fantasías con billetes de cien, la diosa pretendió gritar pero el rostro desfigurado de aquel extraño le quitó el aliento, se miraron por un segundo y como si no hubiese sucedido nada él se marchó, abandonó ese infierno para regresar al suyo y se alejó sigiloso como había llegado....

miércoles, 5 de marzo de 2008

Reflexiones

Ya no logro ser uno mismo porque me debo al mundo, ya no consigo esconderme de mis palabras porque son de todos, ya no sé existir en un solo verso porque todo cambia, nada se mantiene y soy alguien diferente después de mi última palabra.

Si yo no fui lo que tu querías y yo nunca quise ser lo que por desdicha fui para ti, porque olvidamos las palabras y nos unimos en un solo silencio que anhelé fuese eterno, pero fue tan fugas como mi péndola.

Soy todo lo que cambia y no busco describirme a mi mismo, no escudriño la esencia aristotélica ni la verdad platónica, tengo las respuestas más simples a las contrariedades más ambiguas. Soy la palabra que inquieres y no entiendes, soy la explicación vacante de mis propias señales.

Guardo tan solo la esperanza de no volver a esperanzarme. Guardo en ti el recuerdo de no volver a querer para quererte de nuevo y envolverme en mis palabras para no entenderme una vez más.

Así comienzo y así acabo, con el fin de encontrarte antes de que el sol se ponga en un horizonte que dejé pintado de naranja solo por ti….


Fuiste la luz en las más tristes noches del alma, la vela que no se apaga, el fuego que no se cansa, la llama que no se extingue pero ya no te necesito. Hoy mientras yo vivo de día, tú existes de noche.