domingo, 17 de noviembre de 2013

Ojos Pardos


Corría desesperada, corría entre los arbustos, esquivando en la noche sus raíces sobre puestas a un sentimiento de terror que humedecía unos bellos ojos pardos.


El clamor de la gente se escuchaba a lo lejos, cada vez más cerca, perros ladrando, antorchas a viva luz iluminaban la negrura de la noche, pero mantenían en las sombras, almas asustadas que pedían fuego y sangre a la vez.


En su pecho bailaba un medallón de plata, de algún santo católico que prometía cuidarla, pero esa noche en específico, nadie hablaba de Dios.


Ellos gritaban y maldecían, ella rezaba mientras corría….

Las distancias se hacían cada vez más cortas, el trotar agitado de los caballos se sentía cada vez más cerca, ella había soñado con aquella noche, ella había soñado que aquel día moriría, pero aún así, su instinto se aferraba a la vida.

Su rodilla no pudo más, un problema desde pequeña con la rotula le jugó mal y cayó adolorida, tres jinetes la rodearon y el fuego de las antorchas alumbraban sonrisas malévolas que la invitaban a imaginar, la peor de las muertes.

-          Prepárate a morir Bruja – gritó uno – perdiendo su mirada entre su escote y el medallón

Se bajaron del caballo y la tomaron de manos y piernas, esa noche iba a ser larga, dolorosa, pero acabaría con su muerte y lo sabía.

Pero algo sucedió, algo que no había soñado, algo que no estaba escrito y que alguien más decidió escribir por ella.

Mientras uno de los hombres se arrodillaba intentando separar sus piernas, una flecha cruzó la negrura de la noche y le atravesó el corazón, los otros dos hombres desenfundaron las espadas y caminaron temerosos en aquella oscuridad.

El viento era el único que rompía el silencio, silbaba una canción de muerte que penetraba en los huesos de aquellos hombres. Una figura apareció fugaz de entre los árboles y arremetió con fuerza, el primero no lo vio venir, solo sintió un corte limpio que atravesó su cuello.

El segundo se defendió de los dos primeros golpes, pero el tercero se clavó entre el estomago y el corazón, su mirada se fue apagando mientras caía.

Caminó tranquilo hacia aquella mujer, enfundó su espada y la abrazó de la cintura para levantarla delicadamente sintiendo su pecho contra el suyo mientras se miraban fijamente.

Fue ese segundo congelado el que decidió todo, su mirada se perdió en un bello rostro que lo observaba inquieta, con su mano retiró un largo mechón ondulado que cubría sus ojos, de un pardo intenso, como nunca había visto, podían brillar aún en aquella noche de cielo sin luna ni estrellas, una mirada tan cautivadora, que el sentimiento que le causó solo podía ser lograda por la mejor de las magias. Colocó una mano sobre sus pómulos como hipnotizado y sonrió.

-          Todo va a estar bien – Le dijo él confiado

-          No – Pensó ella mientras lo imitaba y recorrió su barba con una caricia – Me gusta su barba - volvió a pensar y clavó sus ojos pardos en un verde oscurecido

Un aguijón los devolvió a la realidad, una flecha los unía en un último minuto de vida, cayeron simultáneamente al pasto y el rocío humedeció sus cuerpos, él no dejaba de abrazarla, ella mantenía sus manos en una barba semi crecida. No sentían dolor, la sangre recorría el suelo y los vítores de la gente se hacían cada vez más lejanos a pesar de estar más cerca.

Él intentó acercar su mano a la espada pero ella lo detuvo.

-          Te voy a salvar – le dijo aún seguro de sí mismo

-          Quizás en otra vida – le dijo ella mientras acercaba sus labios y le dejaba un solo beso

La oscuridad los rodeo a los dos, y en aquel triste final nació un sentimiento infinito.

-          Te prometo que te buscaré - le dijo él en su mente al no encontrar su voz

-          Tendrás que buscarme varias vidas para encontrarme  - bromeó ella en su silencio mientras sus cuerpos se mantenían juntos y sus almas se alejaban solo por un momento.


domingo, 15 de septiembre de 2013

El bar de los sueños


El ambiente se pinta de blanco y negro, el hombre de tez blanca y penetrantes ojos verdes entra al bar con la mirada perdida en el humo del ambiente, se acerca a la barra al ritmo del piano y saxofón que marcan sus pasos.

Sin darse cuenta toma su primera copa, perdiéndose en sus pensamientos hasta que una voz dulce lo trae de vuelta, gira la vista lentamente y sigue la mirada de todo el bar, a la distancia una hermosa mujer en un vestido negro canta al ritmo del saxofón. Olvida el licor, olvida sus penas, recuerda porque está ahí y la observa. Una lacia cabellera negra recorre su rostro y cuando canta, la parte inferior de sus labios tiemblan, solo para hacer notar un brillo único y espectacular que nace en sus ojos negros que por momentos parecen volverse de un café intenso cuando tocan la luz.

Su voz se detiene, y a pesar de que el saxofón sigue, todo el lugar parece quedar en silencio, su silueta perfecta desaparece entre la gente mientras baja de ese pequeño escenario y aquel hombre vuelve a quedar en la soledad de sus noches oscuras y el frio de aquel hielo que rodea sus manos.

Busca en su gabardina el último cigarrillo de aquella noche y se dispone a fumarlo cuando aquella perfecta silueta de mujer aparece cerca a él, se sienta a su lado sin mirarlo y con una seña delicada llama al barman que acude de inmediato con un vaso de vodka.

Tan cerca de ella, y sin poder decir palabras mantiene un cigarrillo apagado en su boca, sin vergüenza la observa, Sus ojos tienen una mezcla que lo cautiva, tiene una mirada fuerte y viva, ligeramente achinada y su piel blanca se vuelve de un matiz caribeño en aquella oscuridad.

Ella se da vuelta ligeramente y se da cuenta que la observan, lo mira divertida y parece sonreír – eso no se va a prender solo – le dice esbozando una sonrisa

El hombre regresa a la realidad de golpe y busca nervioso un encendedor mientras los ojos perfectos de aquella mujer lo siguen.

¿Y no me vas a invitar uno? – juega con él

El hombre sabe que es su último cigarrillo, lo sostiene y lo ofrece, como si este fuera la única forma de tocar su boca. Ella lo recibe delicadamente y sus labios se cierran en una eternidad fugaz, mientras sus miradas se cruzan, se esquivan y entrelazan, en búsqueda de algo más que sus ojos y su voz divertida lo vuelve a estremecer.

¿Tienes fuego?, esto no va a prender solo….

Aquel hombre nunca se había sentido tan torpe en su vida, acerca con cautela el fuego, cuidando no rozar un mechón que se desprende y baila al compás de un saxofón que no se detiene en ningún momento.

 Quiere decirle mil cosas, quiere decirle que a pesar de que nunca han hablado, él está enamorado, quiere decirle que hace mas de un año regresa todos los viernes a ese bar sólo para perderse en lo dulce de su mirada y lo melódico de su voz, quiere decirle tantas cosas pero su voz se pierde en un intento fallido de decirle su nombre.

Ella lo mira fascinado mientras sus ojos brillan, se pone de pie y se acerca lentamente, separa el cigarrillo de su boca y dispara una bocanada de humo hacia el él. Sus labios tocan su rostro y marca su lápiz labial en uno de sus pómulos, sin palabras el saxofón la aleja y regresa a ese espacio vacío, al escenario y a su música.

El bar se vuelva a iluminar con su voz y por un segundo en esa eternidad, sus ojos parecen encontrarse y se mezclan en el negro y verde de su alma, él con la seguridad de que la va a amar siempre en su silencio, su torpeza y su bondad que se mantienen ocultos en la barra de un bar.

Seguro también de que ella ama la libertad que le da la música; pero esa noche y solo por esa noche, cantará al compás de un corazón que la observa del otro lado del bar y no puede evitar sonreír cuando siente la verde presencia de su mirada….