Ni la sangre, ni el dolor. Ni el miedo ni el terror. El pasado es una metáfora incompleta de mi país que parece desaparecer en un alzheimer colectivo que se pierde y no se vuelve a encontrar.
Un conjunto de personas incapaces y aciagas decidieron por toda una nación defender a la muerte. Y un continente Europeo sin derecho decidió concluir por nosotros que la Muerte el Repudio, la Traición y el Asco de un grupo subversivo se mantuviera vivo como una fuerza insurgente.
Al margen de la lista negra a la que pertenecen, ¿como es posible que haya un solo ser humano que defienda una causa que trae consigo dolor y lágrimas?
Donde quedan ahora los peruanos que sufrieron, los que murieron, los que morirán en el silencio de una decisión reprochable e infame. Millones de almas gritan lastimeras y solo Dios escucha su llanto.
El MRTA es y seguirá siendo una organización terrorista, no se si aborrecer más a aquellos que siembran el mal y el terror o aquellos que condonan el olvido, borran el pasado y desvían su mirada ante los sollozos y el sufrimiento que erradamente se vuelve ajenos a nuestras vidas.
Escribo estas líneas por todos aquellos que vivieron el terror, porque si fuera uno, no aguantaría el sufrimiento de escuchar que alguien que no experimentó su miedo, sea la voz del perdón para lo imperdonable. Me encuentro en un punto exacto donde mi imaginación falla y solo una expresión sublime es capaz de describir la atrocidad que los encierra.