viernes, 11 de mayo de 2007

Confesiones de un alma inconfesable

A veces olvido que he vivido bendecido y cargando una maldición, desespero sin cuidado y sin remedio pensando en la sutura del corazón. Vivo entre Ángeles y demonios que esperan encontrar en mi lo que he perdido y entre tanto y tan poco busco la muerte sin encontrar mi vida.

Esta es el alma de un condenado, de la poca fe disimulada en la sonrisa y la pena recogida del corazón. Río porque no se llorar y vivo porque no se morir. Y lo que me aterra entre tanta oscuridad es que he aprendido a querer porque no se amar.

Hoy me han llamado egoísta tres veces, por tres veces seres queridos por tres veces mis virtudes y acepte sin gloria sus reproches, lo acepto porque no quiero, porque no siento, porque la honestidad es la única virtud que le quedan a mis palabras, lo acepto porque no tengo nada mas que aceptar sin decir que he mentido pero solo yo lo sé, nadie mas que yo vive para mentirme y sueña con torturarme. Y es tan simple como afirmar que cuando uno no se siente, no puede esperar que el mundo sienta por él.

No culpo a nadie de mi egoísmo, de mis faltas y mis virtudes, nací bajo el mejor techo, sobre el mejor cuidado y ante las mejores miradas y aun sin entender que me hizo así solo puedo acusarme a mi mismo y pensar en mi para no olvidar mi mayor verdad.

Tengo un solo destino y un único final, como todos, y solo así puedo dejar tanto amor y felicidad para unos, como mi corazón jamás podrá dar, pero las apariencias engañas como solo yo puedo engañar y seguiré viviendo para el disgusto de la vida misma.

Esta es mi primera y ultima confesión, sin conciencia y sin contrición, para que solo Dios la escuche y solo Él la entienda. A la espera de su juicio y su castigo me abstengo. De pie, con la frente en alto y la mirada vacía.

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